Empiezo a presentir un dilema fuerte entre dar plataforma pública y relevancia a los problemas de salud mental, y la clase de equilibrio social que deberíamos producir para facilitar su resolución.
La relevancia aporta, creo, tres beneficios clarísimos:
+ Sensibilización; especialmente auto-sensibilización. Uno puede reconocer más fácilmente como problema lo que antes no se lo parecía, o no identificaba con sus contornos nítidos.
+ Normalización. Una vez personas (particularmente aquellas de reconocido éxito) aceptan públicamente sus afecciones de salud mental, resulta gradualmente más sencillo buscar el apoyo imprescindible en el entorno inmediato con menor temor a salirnos de la norma establecida, porque ésta se va moviendo.
+ Comunidad y contexto. La sensación de no estar solo ante un problema específico sino ser parte de un espectro de problemas de mayor o menor grado que tienen tanto factores propios como externos a uno reduce la culpa contraproducente, facilita la búsqueda de salidas.
Pero con la relevancia llega el riesgo de:
- fomentar el diagnóstico impreciso o desequilibrado. Ahora mismo, este riesgo se ve minimizado porque estoy relativamente seguro de que el infra-diagnóstico supera al sobre-diagnóstico, pero me preocupa que esto no sea cierto por igual en todos los países, grupos socioeconómicos ni segmentos de edad. Si acabamos convirtiendo la conciencia sobre salud mental en un privilegio y su reconocimiento en una marca de estatus, estaremos dejando de lado a quien más tiene que perder ante este tipo de problemas.
- minimizar la importancia de una parte fundamental del trabajo que cada uno tiene que hacer, que tiene que ver con la voluntad y la intención de modificar comportamientos alineados con un trabajo clínico profundo. Aquí declaro nítidamente mi alineación basada en la evidencia disponible con las herramientas cognitivo-conductuales (y, cuando sea necesario, la medicación). La relativización de culpas, la búsqueda de factores contextuales, es una parte fundamental, indisoluble de ese trabajo. Pero no empieza ni acaba ahí; y diluir el problema o reducirlo exclusivamente a factores comunes o contextuales puede dificultar su solución a largo plazo tanto como lo ha venido haciendo la negación de dichos factores.
- alineado con lo anterior, confundir la aceptación y resiliencia (necesarias) con la victimización (contraproducente). Una vez sale del círculo inmediato de confianza, la caracterización de una persona como víctima de tal o cual problema de salud mental se puede convertir en un problema para ella difícil de advertir inmediatamente, porque todavía se premia el reconocimiento y el aumento de relevancia del problema en sí.