Si esperar no basta y la renuncia no es previsible en el corto plazo, entonces necesitamos considerar maneras de ampliar la producción, poniendo a trabajar esos recursos que están infra-utilizados.
Acabar (temporalmente) con las patentes
En octubre de 2020, India y Sudáfrica presentaron una propuesta ante la OMC para aplicar una excepción entre sus 164 países miembros a las normas de propiedad intelectual (patentes, principalmente) hoy día atadas a
un acuerdo internacional. La excepción sería para materiales clave en la lucha contra la pandemia, entre ellos las vacunas. Se mantendría, según la propuesta, mientras una mayoría del mundo no haya logrado inmunidad.
Según sus defensores, entre los que se cuentan decenas de gobiernos,
Premios Nobel y ex-líderes mundiales, organizaciones como MSF, la propia OMS, expertas en salud pública (
I,
II)… la absolución de los países de cumplir y hacer cumplir las normas sobre patentes permitiría a fabricantes locales ponerse manos a la obra con vacunas. Por cierto, añaden: este tipo de exención, contemplada en el propio acuerdo y con precedentes, implicaría también una compensación para las empresas afectadas.
Los beneficios del patent waiver están claros… en teoría. Pero, ¿funcionarían en la práctica? Tengo tres prevenciones que emborronan el camino desde la exención hasta la producción; las ordeno de menos a más grave y añado soluciones posibles para cada uno:
⇢ ¿Cómo va a traducir esta exención cada país a su ordenamiento jurídico? La mayoría de ellos ya tienen normas protegiendo la propiedad intelectual, que tendrían que enmendar, lo cual implica abrir decenas de procesos regulatorios nacionales.
→ El acuerdo, en cualquier caso, se adopta normalmente como ley interna; dependiendo del país y su ordenamiento, podría resolverse por la vía ejecutiva del Decreto.
⇢ ¿Quién y cómo asegura que los nuevos productos cumplen con los requisitos de seguridad y eficacia que requerimos a cualquier vacuna? ¿Nos valen los estudios de fase 1-2-3 ya realizados? ¿No nos valen? ¿Cuándo sí, y cuándo no? Todo ello dependerá además, en no poca medida, de las agencias reguladoras de medicamentos en cada país.
→ Hay rutas aceleradas para tratamientos, “normas de biosimilares” que admiten que los estudios clínicos se mantengan como válidos cuando el principio activo es el mismo, para abreviar trámites. Claro, que esto está pensado para medicamentos, no para vacunas.
⇢ Aún contando con un cambio ágil en el marco regulatorio, ¿cuál es el proceso exacto de extracción de información que deben aplicar los nuevos fabricantes? ¿Cómo de fácil es traducir eso en adaptación de la capacidad existente? No parece trivial.
→ No hay solución obvia si las farmacéuticas no colaboran.
Sin asegurar respuestas a todas estas preguntas, la exención de patentes no me parece una solución al problema inmediato.
Además, veo es un coste potencialmente alto sobre todo en un punto: abrir la tecnología mRNA al salvaje oeste de las decisiones discrecionales de cada Estado.
Aún no sabemos hasta dónde nos llevará el
mRNA, pero
la promesa es ambiciosa. ¿Estamos dispuestos a poner en peligro los incentivos para que la innovación aplicada de mRNA se desarrolle con decenas de dolencias en las próximas décadas? Si lo vamos a hacer, deberíamos al menos asegurar el beneficio inmediato.
[Una nota aquí: el argumento habitual cuantitativo es que un porcentaje elevadísimo del coste de desarrollo de vacunas es de investigación básica con financiación pública. Pero esta investigación es condición necesaria, mas no suficiente, para desarrollar el producto acabado. Sin Estado no hay vacunas nuevas, pero sin mercado tampoco.]
Acuerdos voluntarios entre farmacéuticas
En el otro extremo de las propuestas de ampliación están las que creen más en el mercado auto-regulado.
Desde la dirección de la Organización Mundial del Comercio se ha animado a las farmacéuticas a cerrar acuerdos entre ellas para compartir mediante acuerdos comerciales los planos guía para fabricación de vacunas. Varias lo han hecho:
Pfizer con Novartis,
Jannsen con Merck son dos ejemplos destacados. Este tipo de acuerdos resuelven en gran medida los tres problemas antes mencionados para el
patent waiver, pero ¿son suficientes para cumplir con la demanda urgente no cubierta?
Por ahora, no. Y tampoco se vislumbra ninguna razón para que lo vaya a ser: a todas luces, el miedo a perder el control sobre la propiedad intelectual a largo plazo es mayor que el incentivo de ganancia a corto.
Soluciones intermedias: ¿zanahoria sin palo?
Repasemos: a día de hoy, el fallo de mercado persiste y los actores no lo están resolviendo entre ellos. La intervención sigue pareciendo necesaria.
Pero queremos que dicha intervención sea eficaz para el corto plazo (que no nos ponga más problemas de los que tenemos) y costo-eficiente en el largo (que no nos salga cara).
El mecanismo ideal, pues, debe:
- Tener una implementación regulatoria extremadamente ágil
- Asegurar transferencia de conocimiento eficiente entre empresas
- Garantizar que no se daña el incentivo para la tecnología con más potencial a largo plazo
las organizaciones internacionales como el G-20, la OMS y la UE podrían dedicar sus esfuerzos a reunir fondos de los distintos gobiernos para comprar derechos de patentes y licencias para utilizar los inventos relacionados con la covid-19, lo que los convertiría en bienes públicos universales
Pero claro: las empresas tienen que querer vender.
El problema que anticipo no es tanto de precio alto: es argumentable que casi cualquier precio le valdría la pena a cualquier gobierno, habida cuenta de la capacidad multiplicadora del crecimiento económico que tiene una población rápidamente inmunizada. El problema es determinarlo. ¿Cómo le pones precio a un bien que puede tener ramificaciones incalculables a largo plazo? Es exactamente lo mismo que impide que haya más acuerdos entre farmacéuticas.
Seguimos, por tanto, atrapados en la trampa voluntarista. No necesitamos sólo zanahorias (incentivos positivos). También hacen falta palos (incentivos negativos).
Exención limitada y compensación específica
La idea con la que estoy jugando es una exención de patentes pero no general, sino limitada a aquellos productos que cumplan con las siguientes condiciones:
- El conocimiento angular es fácilmente transferible
- La evaluación ágil de seguridad y eficacia bajo marcos existentes es posible
- No se pone en riesgo futura tecnología; de hecho, se incentiva
Este es el palo. La zanahoria, que ahora tiene forma de compensación a las empresas afectadas, la pondría en términos más específicos, por ejemplo:
compensación destinada a desarrollo de vacuna universal contra la covid; una
carrera de fondo que ya está en marcha.
Hemos vivido una carrera de velocidad para desarrollar vacunas inmediatas. Tenemos 14 siendo aplicadas en el mundo, lo cual de por sí es bastante impresionante. Pero también tenemos un virus que parece ser bueno mutando, y nosotros le estamos dejando espacio. La estrategia lógica es utilizar las herramientas que ya tenemos para reducir esta probabilidad mientras mejoramos nuestras futuras defensas.
Creo yo, al menos. Pero en cualquier caso gracias por seguirme hasta aquí :)