Los argumentos que fundamentan esta posición también son dinámicos. Como lo es el acceso a ellos para los votantes.
→ Está el argumento de auto-determinación individual, según el cual el individuo siempre debe tener un último recurso al que acudir para defenderse de fuerzas externas. Este argumento presupone que la concesión de las herramientas necesarias a un tercero (los ejecutores de la violencia estatal) no es suficiente garantía. Es, en ese sentido, casi irreductible porque se basa en un principio normativo rígido.
→ También tenemos el argumento de auto-determinación del Estado, que conecta con la tensión fundacional del sistema federal constitucional estadounidense: ¿qué priman, las normas estatales o el criterio del conjunto de la población? Esto saca la discusión de los parámetros asociados con la pregunta central de política pública, y se resuelven en una arena de debate distinta.
→ Y por último tenemos el grupo de argumentos sobre la relación causal entre disponibilidad de armas y violencia ejercida. Estos son los que me parecen la mejor diana para el debate. Pero, como decía antes, evitando el desenfoque hacia la discusión de las causas, y reenfocándolo en la sencillez de la idea de que aunque las armas no sean una condición suficiente para la violencia homicida, sí son una condición necesaria para hacerla más eficiente.
Al hacer eso estamos buscando la esencia del debate y al hacerlo se vuelve más sencillo y accesible. Primero quitemos armas de enmedio. Luego, lo demás.
Creo que deberíamos hacer este ejercicio de búsqueda de lo esencial más a menudo, porque nos ayudará a encontrar decisiones relativamente accesibles que pueden producir un beneficio considerable (o evitar daño, como es el caso). Esta práctica no niega la complejidad, sino que la secuencia. Lo hace despiezando el problema y ordenándolo por disponibilidad técnica de las decisiones a implementar. Empezamos con lo que sabemos que podemos hacer, y luego abordamos lo demás.
Si EEUU dejara de tener pistolas en circulación de hoy para mañana, es probable que sus niveles de violencia siguieran siendo más altos que los de otros países de igual nivel de renta, pero cabe poca duda de que serían más bajos de lo que son ahora. Esto no simplifica el problema de la violencia, insisto, pero sí facilita su abordaje.
Esta, y no otra, debería ser la punta de lanza en la discusión respecto al porte de armas. Creo yo.
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