Decía Adam Przeworski que para alcanzar las cumbres del crecimiento/bienestar prometidas por una reforma antes había que atravesar un valle de desolación (estoy casi seguro de que Przeworski nunca usó “desolación” pero no me digan que no mejora la analogía con esa palabra, eh).
Mientras estás en el valle de la descarbonización, la inflación te asalta.
O peor aún: te asalta la recesión. En
este estudio reciente para British Columbia (Canadá), los autores encontraron que un impuesto a las emisiones
no aumentó los precios agregados. La razón:
deprimió el consumo, especialmente de los hogares con más ingreso.
Desde un punto de vista redistributivo está muy bien que el efecto se produzca en esos grupos socioeconómicos, pero desde un punto de vista político es complicado, porque son los que más votan e influyen.
Así que cuando la descarbonización no produce inflación, es porque está reduciendo el bienestar inmediato.
Claro, es por un bien superior: el bienestar futuro de que el mundo no agregue 2 o 3 grados centígrados a su temperatura media (ah: y Canadá es, por cierto, el país más afectado en América por el calentamiento global). Pero este bien no es evidente. La cumbre no se vislumbra claramente, mientras el valle y sus arideces son evidentes.
Supongo que necesitamos hacer las cumbres más visibles.
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¿No hay una salida más sencilla a todo esto, en serio? Cuando publiqué mi anterior nota sobre transición y descarbonización, Roger Senserrich me tildó de… no recuerdo las palabras exactas, pero como Roger es todo un caballero seguro que no me insultó (demasiado). En esencia, lo que me dijo es que estaba comprando el argumento de los oligopolios energéticos. Que en realidad la salida a todo este dilema de repartir costes y elegir con qué piedra nos damos, si inflación o recesión y todas estas cosas, se arregla obligando a dichos oligopolios a invertir lo suficiente en opciones energéticas no emisoras hasta que sean lo bastante baratas y accesibles.
Nadie me confundirá por un pesimista tecnológico, creo. Confío plenamente en que, a muy largo plazo, tendremos energía limpia a raudales. El problema es el proceso hasta entonces. Por una parte, tienes demasiados caminos labrados a modificar, y no sólo en las grandes empresas: millones de pequeños negocios y hogares que dependen de poder seguir emitiendo CO2. Por otra, incluso cuando un empresario se fija como objetivo la descarbonización, se puede acabar fijando en soluciones sub-óptimas para todo el mundo menos para él, como la intención de Elon Musk de cambiar los atascos diesel o híbridos de Los Angeles por atascos en Tesla. Y salvo que pensemos que todo el proceso de descarbonización puede dirigirse desde un Estado todopoderoso, algo que ya sabemos que no funciona (URSS) o tiene otros costes humanamente inaceptables (China), este es el material con el que podemos trabajar.