No necesitamos acudir a conspiraciones para explicar esta lentitud. Nos basta con un análisis de economía política bastante clásico: creo que hay una alineación (quizás un tanto inesperada) de intereses entre el mundo de la defensa/militar y la ciencia que (esta es la parte inesperada) funciona tanto en China como en EEUU. Lo hace en cuatro niveles diferentes.
Intereses. En la base está la estructura desnuda de incentivos. Varios
halcones de la seguridad nacional e internacional consideran necesario anticipar amenazas biológicas mediante experimentación. Una parte de la comunidad científica se beneficia de ello para financiar sus investigaciones. Y, en el caso que nos ocupa, las investigaciones en WIV centradas en aumentar la transmisibilidad de coronavirus estaban
financiadas por becas de agencias parte del gobierno estadounidense. La beca para investigación estaba concedida a la organización sin ánimo de lucro EcoHealth Alliance, centrada entre otras cosas en el trabajo de prevención pandémica. Ésta firmó un acuerdo de colaboración con el WIV, que se centraba justamente en
testear cómo los coronavirus podrían volverse más contagiosos.
El resultado es que hay bastante gente tanto en el mundillo de la defensa como en el de la ciencia (y, entre ambos, en las agencias e instituciones tanto públicas como privadas sin ánimo de lucro que hacen de engranaje) con un sesgo de partida inevitable contra la hipótesis del accidente en laboratorio.
Partidismo. Cuando Trump y varios de sus aliados más cercanos se lanzaron de cabeza a defender la hipótesis del lab leak lo hicieron con un objetivo partidista: desplazar las culpas de la pandemia (y su gestión) al exterior para minimizar el coste electoral. En ese empeño, además, jugaron a alimentar las versiones más extremas de la hipótesis, muy diferentes de las que se consideran hoy, tratando de culpar directamente al gobierno Chino de una filtración casi intencional. O, al menos, de manipular virus con objeto de prepararse para una contienda biológica.
El resultado fue que se volvió más sencillo comprar la hipótesis de origen natural para los grupos arriba mencionados. De hecho, hubo ciertas divisiones interesantes dentro del gobierno de EEUU por aquel entonces: mientras Mike Pompeo defendía las ideas de Trump, la Defense Intelligence Agency se ponía del lado del argumento natural.
El partidismo contra Trump galvanizó y amplió la base de apoyo de la coalición pro-origen natural. Y aún hoy a muchos
les cuesta desprenderse de él.
Inversión previa. La pregunta del origen del virus es complicada por la ambigüedad de la evidencia existente. Así que es apenas normal que una gran mayoría de la gente que se interesa por ella utilice proxies de autoridad o partidistas para tomar una posición al respecto. Algo así: “OK, ¿quién está a favor de la hipótesis del lab leak? Veo que Trump y sus aliados más extremos, en una versión bastante loca que habla de guerra biológica. Pues nada, me voy con el otro lado, que veo científicos hablando ahí.” La posición quedó establecida, y a otra cosa.
Hasta que a principios de este año estas señales se volvieron más confusas. De repente teníamos artículos en el New York Magazine, en el Washington Post, cartas en Science, la OMS, y ¡hasta Biden! dando crédito al origen artificial.
En las últimas semanas he participado en bastantes conversaciones de este tipo: gente que me viene y me dice, “oye, ¿y esto qué?”. Una manera de preguntar: “oye, ¿entonces tengo que cambiar mi prior sobre esto?”.
La respuesta es que sí, claro. De hecho, el prior nunca debió ser distinto de un 50-50 para cada una de las dos hipótesis razonables.
Pero para muchos esto va a ser bastante caro. A más hayan invertido mental y públicamente en descartar la hipótesis del accidente, más les va a costar el giro. Lo he visto en Twitter, sobre todo: contorsiones en replies para salvar los muebles de argumentos comprados y defendidos en el pasado.
La coalición informal, descoordinada, tácita vive de esta inversión previa para sostener la imposibilidad de un origen artificial. Pero esto es cada vez menos sostenible.